Casi analfabeta, marginalmente educada, en movimiento constante, producto de un fortuito encatre; huerfana de afectos, incierta alcurnia inconclusa, sin permiso original, destinatario imperfecto, la muchacha esa manana buscaba entender la retorica populista; el mensaje oficial del estado, la tropa y la masa. Curiosa, como espigados flamencos en una escena plana, sin carteleras ni guiones, preguntaba a sus vecinos el porque, el cuando, como y quienes; queria saberlo todo, el orden, la simetria de las cosas.
– No soy educada, ni culta, ni refinada; Tampoco dada a los artificios, perezosa o falsa; mi lenguaje es rudo, directo, a veces torpe, aspero; pese a ello, mi curiosidad no tiene limites, quiero escucharme, que se me diga alguno unico; saber quien soy, como llege aqui; en que estacion me encuentro; Es que acaso sali de la nada?
Los ecos de una ciudad apresurada la envolvieron repentinamente; se sintio remecida,despierta. Absorbida por la niebla matinal, su arropada figura denotaba una resolucion firme, clara; queria comprender todo, especialmente los detalles, ser liberada y dejar de ser invisible. Se detubo frente a la biblioteca del vecindario – y se pregunto en susurro sobre la diferencia entre la fabula y la ciencia; quienes honran la historia, la aprenden y quienes la acomodan a conveniencia. Su deseo era remover el velo de su organizada, militarizada, cuadrada ignorancia. Su mision tempranera? Expandir su conciencia.
– Revivir los espiritus de otras eras, entender la caida y los alzamientos; las muertes ineludibles, su proposito inescapable, el mundo de lo cierto, probable, demonstrable, medible. Queria tambien saber de lo oculto, lo hereje; la fantasia de su propia historia en el firmamento. Buscaba tambien la belleza pura, incorruptible, deseaba prepararse para desafiar la crudeza obscena de los eruditas al mando. Cantar con voz clara, mismo si desafinada.
Horas de lectura; tenues luces iluminando su creciente entendimiento, la siembra de sabiduria. Despertaba refrescada, rodeada de libros grandes, pequenos, tomos diversos. Cuentos, fantasias, ciencias; vernaculares, magistrados eternos. Agazapada, silenciosa, por dias interminables visito ese modesto templo. Tomaba notas, tornaba las paginas cuidadosamente; cada libro para ella era un tesoro de incalculable valor. Converso tambien con el bibliotecario quien le conto de heroicas batallas, imperios, conquistas; independencia, la primera asamblea nacional.
– Me entiendes? Te queda claro? Aqui nos toca ser testigos; a ti de cambiar el mundo, mejorar tu sonrisa, tu vestido, tus zapatos, tu alimento; tu cobijo. En este templo no hay trampas, ni reformas, o enemigos; Afuera? Pues ten cuidado con los compradores de silencios; en este bendito recinto, la historia no se vende ni te la cuenta el viento. Cada vez que cruzas el umbral del conocimiento, seras una mujer diferente, renovada; estas dispuesta a serlo? Envidia? Pregunto ella. Avaricia? No se si bien le entiendo.
– Si, dijo el bibliotecario, eso y mas. Codicia, rapaces insasiables, los que lo tienen todo; los que dictan tu vida, te ordenan, te acomodan, te compran y luego te tiran a la basura como insignificante desecho. Pero mira, hay algo que debes entender, el “saber” es poder; es tambien, peligroso – te recomiendo Miachiavelli, para comenzar; es una lectura obligada.
Las palabras la dejaron tremula, agotada; al cabo de varias horas de incesante lectura y charla, decidio salir una vez mas a la nada; transeuntes, vocinas, glotones, venderores callejeros, olores a empanadas, tamales, berenjenas y sopas improvisadas. Las encrucijadas de una vida por vivir la esperaban; en algun rincon, la trampa la obervaba.
Lentamente, la muchacha bajo los peldanos del conocimiento, de las citas educativas – por hoy terminaba su visita con Galileo, Rumi, Greene, Neruda, Da Vinci, Bouvoir, Marquez, Lorca, Homero; las Cruzadas. En ese momento, alli anclada, con los ojos muy abiertos, mente despejada, dicernia, procesaba. Sintio correr por sus venas una euforia descontrolada, singular, extraordinaria. Camino con certeza hacia la plaza; rodeada de palomas blancas, pudo por fin pronunciar su nombre en voz alta: soy Nina – tu musa una illusion. Yo? Pues quiero ser escuchada!
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© Leo Campos Aldunez
Edmonton, AB (Canada)
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